Romance
Por Luna del Valle
Tenía meses sintiéndome mal física, emocional y espiritualmente. Estaba sobrecargada de responsabilidades laborales, familiares y todo eso que acaba de pasar por tu mente. Cansada, agotada, con episodios de ansiedad y estrés, llorando por los rincones como Magdalena. Mis intentos por ser una mujer moderna, con hábitos, rutinas, trabajo y metas por alcanzar se estaban yendo al demonio junto con todo lo que en ese momento estaba en mi vida. ¿En qué momento de mi vida me olvidé de mí? ¿Cuándo dejé de ser una prioridad como ser humano, como persona, como mujer? ¿Dónde estaban esas grandes alas que dicen tenemos para volar?
El día transcurría como cualquier otro, cuando recibo en mi correo uno de los tantos llenos de publicidad en la que su título decía: “Mindful Getaway para mujeres” ¿Necesitas unas vacaciones para salir de la rutina? Respondí que sí, e inmediatamente solicité mayor información. Jamás me había ido de viaje yo sola, era una locura, lo sabía, pero ¿y quién iba a terminar mi trabajo, entregar pendientes y asistir a las juntas de la Directiva? ¿Quién cuidaría de mis hijos, realizar las tareas domésticas y llevarlos a sus actividades extraescolares? No tenía ni idea, pero yo necesitaba ir a buscar unas grandes alas…. ¡Las mías!
Después de todos los preparativos y ultimar detalles de manera rápida, cuando menos me di cuenta estaba sentada en un avión con un grupo de 27 mujeres con las que pasaría una semana llena de aventuras, diversión y aprendizaje.
Desde el recibimiento en el aeropuerto el staff con el que viajaba estuvo al pendiente de cada detalle, nuestro destino era un lugar rodeado de naturaleza, a escasos metros de un río, donde los grillos, la luna y las estrellas hacen que la calma aparezca.
Al paso de los días iba conociendo a gran parte de mis compañeras de viaje, cada una con sus historias, con sus lágrimas, duelos y frustraciones, pero también con grandes sonrisas, empáticas, amorosas, valientes, seguras de sí mismas, y con un infinito amor para compartir.
En cada una de las actividades planeadas, había un objetivo, algo que superar, lograr o alcanzar, ya fuese físico o mental. Fueron días llenos de diversión, risas, apoyo, aprendizaje, empoderamiento, de vivir el momento, el presente, de aprender y recordar el inmenso amor propio que debe existir en mí.
Las lágrimas tampoco faltaron, pero estas fueron de felicidad al compartir lo aprendido, recuerdo una frase que una de las chicas dijo al despedirse: No recuerdo cuándo fue la última vez que me sentí tan consentida, cuidada y amada, pero lo vivido en este viaje me lo llevo en el alma, esto es lo que debo de sentir cuando alguien me diga “te voy a consentir”.
Sí, eso era lo que necesitaba, Consentirme a mí misma, cuidarme y amarme, fue entonces que recordé en dónde tenía puestas esas grandes alas, las cuales solo debía de remendar y tejerlas con nuevos hilos, colores, y un viaje.