CUANDO UNA MUJER VUELVE A SÍ MISMA

CUANDO UNA MUJER VUELVE A SÍ MISMA
Por LUVAN Magazine
Nunca la vi tratando de encajar. No hablaba fuerte. No necesitaba adornarse con nada. Y, sin embargo, cada vez que aparecía, todo se detenía un poco. No porque quisiera atención… sino porque era imposible ignorar su calma.
Volvió al pueblo después de años. Nadie sabía bien por qué. Algunos dijeron que venía por su madre. Otros, que se había cansado de la ciudad. Yo no pregunté. Solo observé.
No era la misma de antes. Esa mujer que había conocido a los veinte —llena de futuro, con miedo a equivocarse— ahora tenía algo diferente en la mirada. Algo más firme. Como si hubiera hecho las paces con su historia.
Y eso, créeme, se nota.
Una mujer que vuelve a sí misma no es silenciosa por sumisión. Lo es por claridad. Ya no necesita ganar discusiones. Solo quiere paz. No busca que la salven… porque ya se salvó sola.
Lo que pensé cuando la vi otra vez
Al principio sentí curiosidad. Luego respeto.
No por lo que decía —que sí, tenía palabras sabias—, sino por cómo se habitaba. Por cómo podía sentarse sola en la plaza con una taza de café y no parecer que esperaba nada ni a nadie. No estaba incompleta. Estaba entera.
Y en un mundo donde a muchos hombres nos enseñaron a “salvar” o a “proteger”, eso desconcierta. ¿Qué haces cuando la mujer que te gusta no necesita ser rescatada? La respuesta es simple: la admiras. O aprendes. O ambas.
No todos los hombres huyen de una mujer fuerte
Algunos nos sentimos inspirados. Porque sabemos que el verdadero vínculo no nace de la carencia, sino de la elección.
Ella no me buscaba. Pero me miraba como quien reconoce. Como quien ha aprendido que amar no es poseer, sino acompañar.
Y en ese acompañamiento encontré algo que no sabía que necesitaba: espacio para ser yo también. Sin roles. Sin máscaras. Sin competencia.
Las raíces también crecen en nosotros
Nunca lo hablamos con esas palabras, pero lo entendí: ella venía de vuelta a su raíz. Y yo, sin saberlo, también.
Porque a veces hace falta encontrarse con alguien que se ha reconstruido para atreverte a mirar tu propia herida. A veces una mujer que ha vuelto a sí misma te enseña a ti —hombre— que también puedes volver.
Volver a lo esencial. A lo que importa. A tu raíz.
En un mundo que exige velocidad, éxito y conexión constante, las mujeres que se reconectan con su esencia no solo florecen: inspiran. Y los hombres que las miran con respeto, sin temor, también están listos para crecer.