RAÍCES QUE NO SE VEN, PERO SOSTIENEN

Por LUVAN MAGAZINE

No estaba buscando nada. Ni amor, ni respuestas. Solo un poco de aire.

Después de 12 años en la ciudad, Ana volvió a su pueblo por un mes. Lo dijo como quien se pone pausa: “Solo vengo a respirar, a desconectarme, a ver si todavía me gusta el café sin prisa”.

Pero volver nunca es neutro. Cada esquina era un recuerdo. Cada cara, un reflejo del pasado. Y entre todo eso, estaba él.

Mateo. Con sus manos llenas de tierra y mirada directa. No era galán de novela, pero tenía algo: presencia. Y ese tipo de calma que uno no sabe que necesita hasta que la encuentra.

Ella le pidió una bugambilia para su mamá. Él le ofreció sembrarla juntos. Un café después, una comida improvisada después, y ahí estaban, caminando entre huertos como si el tiempo tuviera otras reglas.

No fue un romance explosivo. Fue un reencuentro con algo más profundo: la posibilidad de ser sin aparentar. De hablar sin tener que traducirse. De compartir silencios sin incomodidad.

Una noche, él le dijo:
—Las raíces no se ven, pero sostienen todo lo que somos.

Y a Ana le hizo clic. Porque no era solo una frase bonita. Era verdad. Sus raíces estaban ahí: en esa tierra, en ese ritmo, en ese hombre que no le pedía que corriera, solo que estuviera.

*No vine a enamorarme*, pensó. *Pero me encontré justo donde me había perdido.*

🌱 CONECTAR CON TU ORIGEN, NO CON TU PASADO

Volver no siempre es retroceder. A veces es reiniciar con sentido. Y no, no necesitas una gran historia de amor. A veces basta con reconectar contigo: con lo que eras antes de que te dijeran quién debías ser.

La raíz no es el lugar del que huyes. Es el lugar donde empieza tu fuerza. Y si de paso encuentras a alguien que riegue contigo, mejor.

En LUVAN creemos que las historias más reales no se gritan. Se viven. Y a veces, están más cerca de lo que crees.