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Hojas muertas

Hojas muertas

HOJAS MUERTAS


La vida del hombre en este mundo se puedecomparar a las cuatro estaciones del año. La primavera, tiempo en que toda la naturaleza renace a una nueva vida llena de promesas, de bellas flores que, envueltas en hojas de todo tipo y acariciadas durante el verano por los rayos del sol, producirán frutos en otoño, para luego invernar y dar paso, a través de la muerte, a una nueva vida, un nuevo renacer. Como dice Jesús, tomando el ejemplo del grano de trigo, fruto de otro grano anterior que pasó a través de esas etapas y que, a su vez: “si no cae en tierra y muere queda él solo; pero si muere da mucho fruto” (Jn 12, 24).


Así, la vida del hombre, gran prodigio de la creación, que germina en el secreto del seno materno como el grano de trigo en el seno de la tierra. Y que, una vez manifestado al mundo en su nacimiento, va creciendo en su niñez y manifestando la inocencia y la pureza de corazón con las muchas y variadas facetas de la infancia exuberante. Con matices y colores cada vez más vivos, como el despliegue de las flores en primavera, que tanto nos cautivan por su espontaneidad y belleza.


Después, en la adolescencia, creciendo en edad y en sabiduría, con una buena educación y expuestos al amor de los padres, de los familiares y amigos, así como al amor de Dios, su creador. Descubriendo y confrontándose a las duras pruebas de la vida, en un mundo hostil al amor y a la verdad, van tomando forma propia y manifestando su propia personalidad en la diversidad de caracteres y temperamentos, según su cultura y sus tradiciones de todo tipo,como las flores, según el terreno y los cuidados que han tenido.


Y, cuando el fruto está maduro en el adulto, contribuye con su trabajo y sus compromisos sociales, laborales, culturales, políticos yreligiosos. Enfrentándose siempre a las contrariedades de la vida y viviendo en la Verdad, en pos del progreso y bienestar de cuantos se puedan beneficiar de sus frutos, de sus servicios.


Por fin, la vejez, el ocaso de la vida, cuando las fuerzas decaen. Esa etapa de la vida tiene una cierta semejanza con el paso del otoño al frío invierno. Cuando las hojas, perdiendo vitalidad, se visten también de colores, no tan vivos como los de la primavera, pero sí más variados, en tonalidades muy suaves y pintorescas. Así, los rostros se iluminan con la sabiduría y la ternura propia de los abuelos, sobre todo si han caminado a la luz del Evangelio, cultivando, a través de duros combates, el Amor y la Verdad;fuentes de Justicia y de Paz. Siguiendo los pasos de Jesús, que es la Vida, y que vino para que tuviésemos Vida en abundancia. 

Por eso, la Biblia puede decir que “El justo florecerá como la palmera, crecerá como un cedro del Líbano. Plantados en la Casa del Señor, florecerán en los atrios de nuestro Dios. Todavía en la vejez darán fruto, se mantendrán frescos y lozanos” (Sal 92, 13-15).

Ahora bien, a diferencia de las hojas muertas, el hombre que muere o, como dice la Escritura, se duerme en el sueño de la muerte, siguiendo el camino de La Vida, que es Jesús; renace, gracias al Soplo del Espíritu, a la verdadera Vida que ya no pasa y que perdura en Vida Eterna.

 

AUTOR: Padre Luis Matos

CORREO: parematos@yahoo.fr

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