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Con amor: COLOMBIA

Con amor: COLOMBIA

Con amor:  COLOMBIA

Una poesía de paisajes llenos de rumba y alegría.

 

Por: Melissa Bermúdez

 

Si bien no somos países vecinos, Colombia y México tienen una relación parecida a la de primos cercanos, o por lo menos eso fue lo que sentí. De esas amistades que logras tener con familiares que cuando los ves los quieres abrazar, platicar y lo mejor… salir de rumba. Ellos con su alcohol de caña con aroma de anís: el aguardiente, y nosotros con la suave miel de agave: el tequila. Con estas dos bebidas tan emblemáticas y deliciosas de seguro una buena plática y una increíble fiesta si se arma a donde quiera que vayas.

 

Comenzamos el recorrido por las bellas tierras del país colombiano con la capital: Bogotá. Una ciudad llena de edificios, rodeada de verdes montañas y con un clima muy peculiar y cambiante. Si bien puedes ver a Bogotá entre neblina y lluvia la mayor parte del tiempo, también tiene su lado cálido en ocasiones, así que es común ver a la gente con paraguas aunque esté el día soleado porque las sorpresas climáticas son muy comunes, de lluvia a sol y en un instante pasas por varias estaciones del año en un solo día.

 

Dejando de un lado el clima, pasear por esta ciudad siempre es un placer, desde sus zonas más concurridas como la de Usaquén, la del cerro de Monserrate, hasta llegar a la famosa Zona T, en donde encontraras centros comerciales y una zona que cuando llega la noche saben lo que es gozar.

 

En Usaquén verás que es como dar un brinco al pasado, es como caminar por un pueblo mágico con sus calles empedradas, algo distinto dentro  de una ciudad consumida por edificios enormes, un pequeño salto al pasado de Bogotá. Sin duda uno de mis sitios favoritos, pues el encanto de caminar de día o de noche está en que siempre hay algo que hacer, en especial las compras y la comida, ya que sus calles están llenas de hermosas tienditas muy originales donde podrás encontrar todo tipo de artesanías, y claro restaurantes con mesas por los andadores que te harán sentir a todo momento que estás de vacaciones en una de las zonas más lindas y pintorescas de la ciudad. Y si tienes suerte pueda que visites en un día de mercado, donde varios puestos de venta adornan la calle, ideal para hacer las compras de los souvenirs más originales de la ciudad, y si puedes, mientras paseas, come una rica arepa o un buñuelo de esos que te encontrarás en el camino, no hay nada más complaciente que saborear estas delicias colombianas mientras aprecias la arquitectura peculiar de Usaquén.

 

Si ya estás disfrutando de un lindo paseo y lo tuyo es la naturaleza y los paisajes, entonces hacer una visita al cerro de Monserrate te vendrá de maravilla, y no te preocupes será muy fácil ubicar este majestuoso lugar. Desde casi cualquier punto de Bogotá puedes observar este peculiar cerro con un santuario en la cima. Para llegar podrás hacerlo caminando, sí, el camino es duro pues tendrás que subir un tanto de escaleras, pero también hay transportes que llegan sin problema alguno. Quien vigila el santuario y la ciudad bogotana es el Señor caído de Monserrate, de quien se dice concede varios milagros si se llega caminando y con mucha fe. Es verdad que el camino es algo agotador pero el paisaje lo vale y lo aligera, pues te verás rodeado de la naturaleza del cerro, entre cantos de aves que son únicos del ecosistema y ese fresco aire característico de la capital. Después de la caminata disfrutar de una buena comida es justo y necesario; hay varios restaurantes con las vistas más hermosas, y de seguro una rica empanada o una oblea colombiana con queso no te caerán nada mal. Eso si, no tienes que dejar de probar los jugos frutales hechos a base de leche, son deliciosos.

 

De noche en donde definitivamente se tiene que estar es en en la ya mencionada Zona T. Con restaurantes de temáticas muy únicas como la de Andres D.C, donde la decoración con corazones  rojos de vidrio (que por cierto me recordaron mucho al estilo de Frida) llena el ambiente de ese misticismo y de ese romance latino que llevamos en la sangre al son de una buena salsa, ballenato o en su caso un reguetón para ambientar la fiesta. Andres sin duda se convierte en hogar de cientos de turistas de todo el mundo y definitivamente si quieres conocer a personas de otros países y pasar un rato de precopa agusto este es el lugar indicado. De ahí de seguro que encontrarás uno o varios lugares para bailar toda la noche o como decimos ¨hasta que el cuerpo aguante ¨ te aseguro que la bienvenida que te darán no te decepcionará, y es que en cuanto dices México los tequilas comienzan a llover y su querido mariachi comienza a sonar, y si, dije su querido mariachi, ya que me encontré con un Colombia que ama el mariachi tanto como nosotros, y al son de El Rey de Vicente Fernández o de José Alfredo Jiménez tanto mexicanos como colombianos dejamos el alma en la pista y abrimos garganta con unos buenos tragos; es ahí cuando más que nunca esa relación de primos nos llena de cariño.

 

Saliendo ya de la capital, nos despedimos de ese clima fresco para pasar a uno de los lugares más hermosos que he visitado, por los que Gabriel García Márquez pasó y se inspiró para sus obras literarias más famosas, en donde no hace falta ver mariposas amarillas para sentirte en un lugar de incontables historias y mágicos pasajes, y es que hablar de Cartagena de Indias no será fácil y no alcanzarían las páginas para describir el encanto de sus rincones y sus playas cristalinas.

 

Lo primero que nos recibió fue ese choque de calor caribeño en un ambiente tropical digno de aquella narrativa que recordamos de la novela ¨El amor en tiempos del cólera ¨ sin embargo todo eso se olvida en cuanto ves a esa ciudad amurallada, que impone historia y cultura, una ciudad que en su tiempo de conquista le temía más a los piratas que al mismo diablo. Al entrar a la ciudad amurallada te sientes recibido por balcones llenos de bugambilias colgantes de varios colores, una imagen que parece sacada de una postal. Sientes que vas caminando en una obra de arte que nunca terminará. Mientras vas caminando la venta de frutas tropicales están por doquier, tanto que es imposible no comerlas durante todo el recorrido. Como buena mexicana, ponerle picante a la fruta es esencial y de inmediato reconocían la nacionalidad sólo con esta acción, incluso a risas y con sorpresa se admiraban de mi bolsita de chile que sacaba cada que llegábamos a comer alguna delicia colombiana, y es que en Colombia el picante no forma parte de sus recetas. Aún recuerdo la cara de un niño que se sorprendió al ver que el picante era puesto en la fruta y grito ¨ pecao ¨ cuando vio mi atroz acción. Pero si bien tenemos esa diferencia cultural una que no tenemos es la del Chavo del 8, y es que ahí mismo los vendedores de recorridos turísticos, que están por todas partes, y son de alguna forma parte del folclor de Cartagena, siempre recordaban su infancia viendo la serie que enamoró a México y a toda Latinoamérica y sin dudar la plática se convertirá en una amena amistad entre colombianos y mexicanos.

 

En las calles de la vieja Cartagena te vas a sentir en un cuento, sentirás que te encontrarás a una Fermina Daza asomándose entre bugambilias, buscando con la mirada escondida a Florentino Ariza enfermo de un amor rechazado. Mientras que va cayendo la noche, vas saboreando más ese sabor a rumba, dejando a un lado los sentimentalismos del arte y la melancolía de García Márquez. El andar por los espectaculares atardeceres hace que sientas los pasos del mundo a tu alrededor y palabras en idiomas que nunca habías escuchado comienzan a salir de los rincones de las murallas, pues el mundo se reúne en Cartagena para una fiesta que amanece en sus islas paradisiacas. Lo más seguro es que termines en una fiesta bailando en un rooftop, mientras la sorpresiva lluvia cae como anillo al dedo para sentir esa emoción caribeña, esa fiesta que solo en Colombia se siente.

 

Hablando de islas, a menos de una hora de la ciudad amurallada puedes encontrar paraísos de aguas cristalinas y cálidas como la Isla Barú. El recorrido en lancha es de lo más agradable, ver esa inmensidad del mar y sentir ese frescor del viento que a veces de olvida de Cartagena es lo mejor. Llegando a Barú te reciben con manjares deliciosos, brochetas de camarones y piña, cerveza colombiana para refescarte, y mis favoritos, los patacones hechos a base de rodajas aplastadas de plátano verde fritos en aceite, una delicia que puede comerse solo o con un toping ya sea un guiso o un marisco. Si eso no es vida entonces no sé como se le pueda llamar. Si quieres lucirte, hospedarse en esta isla será una delicia, el reflejo de la luna en las olas y los amaneceres con música de aves que parecen estar orquestados para que que todo parezca de película.

 

Sin duda lo más difícil del viaje será decir adiós o ¨ chao ¨ como dicen los primos colombianos. Pero el buen sabor de boca y lo paseado quien no lo quita diríamos de este lado.

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