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ROMANCE Por Luna de Valle

ROMANCE Por Luna de Valle

Por fin la jornada laboral de este día terminó, me dirijo a toda prisa tratando de esquivar a la gente y los carros que se dirigían a la salida del estacionamiento, intentaba llegar hasta mi carro para ir a casa, tenía el tiempo justo para llegar y alistarme, es viernes y salir a cenar con mi amiga Julieta era el plan perfecto: “!Estoy lista para una noche inolvidable y placentera Universo!”

Un vestido de satín, escotado por la espalda, en color verde obscuro y ceñido a mi cuerpo me esperaba, los tacones y accesorios dorados le daban el toque perfecto a mi outfit. Salí de casa y me dirigí al restaurante bar del momento, Ommnia Club, lugar del que todo mundo hablaba, así que esperaba ansiosa conocerlo. Al llegar como la reservación había sido agendada por Julieta,  ingresé de manera inmediata, el restaurante tenía una decoración hermosa, semi iluminado, destellos brillaban en el techo y las paredes, áreas privadas divididas por cristales, sillones  y mesas con una iluminación muy tenue, me sentí como si estuviese entre las estrellas, pero en ese momento una mirada me hizo regresar de mi viaje y regresar mentalmente a Ommnia, entre la obscuridad del lugar nuestras miradas se cruzaron por unos segundos, vestía un traje en color gris claro, una camisa  y zapatos que combinaban de lo lindo con esa hermosa sonrisa que me regaló.

¿Dónde estás amiga? Lucifer existe jajaja. Pedí un mezcal porque la semana había estado algo tensa y el reloj seguía avanzando pero Julieta no llegaba. Quince minutos después leo el mensaje de Julieta y me quedé helada: “Amiga perdóname pero no voy a llegar, mi hermana comenzó con su trabajo de parto y seré tía muy pronto”.

-¿Qué? ¿Ya? Disfrútalo mucho amiga y que todo salga de maravilla, no te preocupes. !Nos vemos después!

Termino mi bebida y pido la cuenta para continuar con el plan B; Netflix, vino y botanas en casa. Cuando entre la obscuridad del lugar escucho una voz masculina que me dice: ¿Me permites sentarme? Levanté la mirada y ahí estaba, ese chico con el que cruce mirada al llegar al lugar. Una disculpa, pero voy de salida, me limité a contestarle. ¿Y si te invito un trago, aceptas? Me perdí en esa mirada por unos segundos, misteriosa, penetrante e interesante. Mi respuesta fue una sonrisa seguida por un: “acepto”.

La conversación con aquel chico fue tan amena e interesante que perdí la noción del tiempo, hablamos de lo que cada uno era, de lo cotidiano, de las rutinas, de los viajes, hobbies, pasiones y de las aventuras que aún están en la lista de pendientes, el reloj marcaba las 3 de la mañana y era momento de despedirnos. Pagó la cuenta y al salir del restaurante su mano rodeo mi cintura, pude sentir un leve jaloneo para acercarme a él, que lejos de incomodarme me dejó sin aliento unos segundos.

Al llegar a mi carro le agradecí por tan amena noche, pero todavía no terminaba de hablar cuando me tomó con una mano por la cintura y con la otra por mi cuello, sentía como las pulsaciones de mi corazón se aceleraban, escuchaba la calma de su respiración, y en medio de la obscuridad me permití sentir, cerrar los ojos y vivir el momento.

Sus labios fueron la entrada al paraíso, nos besamos como dos amantes que esperaban el momento de comerse el uno al otro. Su mano iba subiendo por mi entrepierna, mientras mi corazón aceleraba el ritmo, cuando las luces y el claxon de un vehículo, nos hicieron alejarnos.

Creo que es mejor que me vaya, le mencioné. Sí, claro, maneja con cuidado, me contestó…

Subí a mi carro pensando en lo que había sucedido unos minutos antes, y recordé lo que yo misma le había pedido al universo: una noche inolvidable y placentera.

Al encenderlo segundos después un ruido en mi ventana me hizo voltear y bajar el cristal: “¿Nos volveremos a ver?”me preguntó.

Esa mirada misteriosa, penetrante e interesante me hizo fantasear e imaginar como sería continuar con lo que había quedado pendiente esa noche, sin titubear le respondí:

“Si, claro… cuando el destino tenga ganas de reunirnos de nuevo” y me alejé con un sonrisa en mi rostro.

 

Luna del Valle

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