LA NOCHE

PADRE LUIS MATOS
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LA NOCHE
El tema de la noche es clásico en la literatura, pues puede ser el momento tanto del amor como del terror.
La noche es lo contrario del día, pero con una característica importante que las distingue: el día es presencia de luz y la noche es ausencia de la misma; lo que nos hace ver que el elemento fundamental y real es la luz ya que la obscuridad no tiene consistencia por sí misma.
La luz es también la que nos permite ver lo real, contemplar y admirar las maravillas de la creación y del obrar humano en pleno día, y en la obscuridad de la noche hace visible a nuestros ojos los obstáculos que podemos encontrar en nuestro caminar por el mundo y así nos impide tropezar y caer evitando todo obstáculo, y si caemos nos permite más fácilmente levantarnos.
Si la luz exterior nos es tan necesaria y de gran utilidad, cuánto más la luz que ilumine la inteligencia en nuestra búsqueda de la verdad, de la sabiduría de la vida, en particular la sabiduría del amor fuente de vida.
En un mundo tan confuso como el nuestro, ¿dónde encontrar esa luz que ilumine nuestras vidas, dando claridad y calor a nuestros corazones como el sol lo da a nuestros cuerpos? Pienso a ese texto del profeta Isaías: “¡Arriba, resplandece, que ha llegado tu luz, y la gloria del Señor sobre ti ha amanecido! Pues mira cómo la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece Adonai y su gloria sobre ti aparece. Caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu alborada…Te pondré como gobernantes la Paz, y por gobierno la Justicia. No se oirá más hablar de violencia en tu tierra, ni de despojo o quebranto en tus fronteras, antes llamarás a tus murallas «Salvación» y a tus puertas «Alabanza». No será para ti ya nunca más el sol luz del día, ni el resplandor de la luna te alumbrará de noche, sino que tendrás al Señor por luz eterna, y a tu Dios por tu hermosura. No se pondrá jamás tu sol, ni tu luna menguará, pues Dios será para ti luz eterna, y se habrán acabado los días de tu luto.” (Is 60, 1-3, 17-20)
Esa luz en el camino es la sabiduría de Dios transmitida desde antaño a todo un pueblo, Israel, por los profetas del Antiguo Testamento y manifestada en la humanidad del Verbo encarnado, Jesús de Nazareth.
Hay noches del alma, situaciones de obscura soledad, que son la ocasión para muchos de entrar en sí mismos y descubrir en su yo más profundo grandes aspiraciones acompañadas a menudo de grandes decepciones.
Recordemos aquellas palabras de San Agustín después de haber encontrado en Jesús la verdad que buscaba: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de Ti aquellas cosas que, si no estuviesen en Ti, no existirían.” (Confesiones) Encontró en Jesús esa Luz que buscaba para su entendimiento y recordó, sin duda alguna, esas palabras del mismo Jesús: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.” (Jn 8,12)
El silencio de la noche, en que las apariencias se desvanecen, nos puede ayudar a encontrar como Agustín a aquel que es el camino, la verdad y la vida, Jesús, quien, a través del Evangelio, sabiduría de amor y de vida, y del bautizo nos ha hecho pasar, de las tinieblas del pecado y de la muerte a la luz de la gracia y de la vida en plenitud. Muchos son los testigos de esa nueva vida que nos comunica aquel que es el pan de vida: Jesús.