Los sapos de Julieta

Los sapos de Julieta
Aprendí a no juzgar un libro por su portada…
Tenía 20 años y estaba de vacaciones de verano. Después de un semestre más en la universidad, con altas calificaciones gracias al esfuerzo de medio estudiar para los exámenes, muchas investigaciones, ensayos, exposiciones y caerle bien a los maestros, me merecía descanso, pasar tiempo con mis amigos, ir de shopping y viajar.
Mi siguiente destino era Oaxaca, un mes en las playas más bonitas de México, después de Baja California, claro. Horas de bronceado, playa, intentarle al surfing, fiesta, martinis y claro muchos guapos disponibles para conocer; pero esa es otra historia.
Lo que les quiero contar es que días antes de irme a ese viaje, bailando en un antro me encuentro a un amigo que me presenta a su amigo. Guapo, alto, mirada profunda de esa que se te clava (donde te dejes). Pero muy serio, un tanto amargadito, como un limón y de hecho como no me aprendí su nombre así lo apodé. Días después me lo encontré muy cerca de mi casa en un café al que yo iba todos los días, iba tan diario que terminé trabajando ahí unos meses y fue donde aprendí a hacer expreso, cappuccino, late y chai. Pero bueno el caso es que nos saludamos un poquito y la verdad casi no lo pelé. Esa noche la pasé increíble con mis amigos de despedida, días después me fui por una temporada.
Pasó la vida y 15 años después y un mensaje por una de las redes más conocidas inició la conversación.
- ¡Hola! ¿Te acuerdas de mí?
- ¡Si claro! Eres el limón, ¿así te dicen no?
- No me dicen así, ese tú me lo pusiste el día que te conocí.
- ¿En serio? ¡No me acordaba! Que buena memoria.
- Es que me gustabas mucho, pero te rockstareabas y no me hacías caso, también te iba a buscar al café pero ya después no te volví a encontrar.
Era un perfecto conversador, interesante, hacía muchas preguntas sobre mi vida mostrando demasiado interés y después de unas semanas de no sólo mensajear los buenos días y buenas noches, llegó el momento del reencuentro en persona. Estaba súper nerviosa además que por traviesa me había puesto en una situación bastante riesgosa de caer en los brazos de un lobo, en ese momento no sabía que tan feroz iba a hacer.
-¿Qué vas a hacer en la noche?
-Voy a ir con mis amigas a un cumpleaños.
-Cuídate y pórtate bien, y si no, me invitas.
-Mejor invítame y me porto mal.
(Me arrepentí un segundo después… ¿por qué le dije eso?)
-¿A dónde paso por ti?
Y después de cumplir con mis amigas el compromiso un rato, llegó por mí, error fue decirle que él eligiera el lugar, porque aquel que yo juzgué hace años como tímido, medio aburrido y amargadito, sacó su lado de lobo feroz. Sin entrar en detalles, debo aceptar que me sorprendió. Cuando me dio el primer beso se me aceleró el corazón, con el segundo las hormonas, y al asomarse dentro de mi pantalón y darme un buen apretón me dejé llevar sin pensar, sin preguntar y resultó ser uno de los encuentros más excitantes y placenteros que había tenido en mi vida. Su barba raspaba, su aroma había quedado en mí, la mirada profunda me flechó. Al día siguiente al despertar lo sabía, había quedado completamente rendida y conectada con él, se instaló en mi mente por muchos días, semanas y meses.
Ahí fue cuando aprendí la importancia de leer los libros antes de juzgarlos por su portada.
Autor:
Adriana