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AMAR HASTA EL EXTREMO, ¿POSIBLE?

AMAR HASTA EL EXTREMO, ¿POSIBLE?

 

AMAR HASTA EL EXTREMO, ¿POSIBLE?

 

Sin duda alguna la aspiración más profunda, tanto del hombre como de la mujer, es ser amado de manera incondicional, en todo tiempo y lugar.  Ese deseo, esa necesidad de amor, está inscrita en el corazón y en la mente del hombre desde su concepción. La fragilidad del embrión lo hace dependiente de la acogida o no por parte de quienes provocaron su existencia, sus padres. Necesita ser acogido, protegido, alimentado… en definitiva, amado, para seguir viviendo y creciendo armoniosamente. Y sabemos por experiencia que esa dependencia tanto física como emocional perdurará hasta el final de nuestra existencia.

Pero ¿quién nos puede amar de manera permanente e incondicional sabiendo que el amor que reclamamos implica respeto a nuestra personalidad, sensibilidad, libertad e incluso, en momentos, de nuestros límites y errores? Ese amor parece utópico e irrealista, y si no podemos exigirlo, obviamente, ¿podremos nosotros ofrecerlo a los demás, sabiendo que ellos tienen la misma necesidad que nosotros de ser amados incondicionalmente?

Como dice el salmista: “¿Quién nos hará ver la dicha?” (Sal 4,7) Esa dicha de ser amados hasta el extremo. Creo que un tal amor nos aparece como irrealista e incluso sería considerado como demencia, como locura.

En nuestro último artículo “¿Qué busco y dónde busco?” Dios por boca del profeta Isaías nos decía: “Atiéndanme y acérquense a mí, escúchenme y su alma vivirá…”

Hoy por boca del profeta Jeremías nos dice: “¡Maldito el hombre que confía en otro hombre, que busca su apoyo en un mortal, y que aparta su corazón de Dios! Es como mata de cardo en la estepa; no sentirá cuando llegue la lluvia, pues echó sus raíces en lugares ardientes del desierto, en un solar despoblado. ¡Bendito el que confía en Dios, y que en Él pone su esperanza! Se asemeja a un árbol plantado a la orilla del agua, y que alarga sus raíces hacia la corriente: no tiene miedo de que llegue el calor, su follaje se mantendrá verde; en año de sequía no se inquieta, ni deja de producir sus frutos.” (Jr 17, 5-8) Nos da a entender, y lo sabemos por dolorosa experiencia, que entre los hombres es imposible encontrar un apoyo, un amor incondicional.

Sin embargo, hay un hombre, su nombre es Yeshua, Dios salva, Jesús, del que está dicho que “Habiendo amado a los suyos los amo hasta el extremo (Jn 13,1). Dio su vida por ellos, e incluso amó a sus enemigos. No permitió a nadie, enemigo o amigo, como Pedro que así lo intentó, que le impidiera amar hasta el extremo como Él lo había decidido voluntariamente según sus mismas palabras: “Yo soy el Buen Pastor… El Padre me ama porque yo doy mi vida …. Nadie me la quita, sino que yo mismo la entrego”. (Jn 10, 14-18) en coherencia con sus propias afirmaciones: “Nadie tiene un amor más grande que el dar la vida por sus amigos” (Jn 15,13)  (Cfr Libro “El escándalo del Amor” del P. Luis Matos, su servidor)

Pero ¿podremos intentar llegar a esa fuente divina del amor: Dios, tan profunda, infinita, liberadora y casi irreal e inalcanzable y a la vez tan fácil y cerca de nosotros que nos haga ser capaces de dar nuestra vida por los demás? Si, pero con DETERMINACIÓN libre y voluntaria y CONFIADOS completamente en Dios infinitamente lleno de ternura y misericordia.

 

PADRE LUIS MATOS C.B.

PEREMATOS@YAHOO.FR

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