Leyendo ahora
Encuentro

Encuentro

Que tengan vida y

la tengan en abundancia

POR PADRE LUIS MATOS C.B.  | PEREMATOS@YAHOO.FR

COMUNIDAD DE LAS BIENAVENTURANZAS

En cierta ocasión, hubo una oración de sanación a la que acudió una mujer de  unos 50 años, paralítica, medio deforme y en silla de ruedas, y buscándome antes de la oración me dijo: “Padre, yo no vengo a pedir al señor que me cure, si quiere hacerlo que lo haga. Yo sólo vengo a pedir consuelo para quien lo necesite, ya que yo vivo con Jesús y soy feliz porque Él me ha enseñado a amar y eso, no está condicionado a mi salud corporal, ni emocional, ni mental; pues con mi enfermedad, consuelo a mucha gente enferma, desanimada, desesperada, que al comparar su estado con el mío, y al verme feliz, luchando, cambian su forma de ver la vida, y se quejan menos, tratando de recuperar la salud mental y espiritual.”

En mi familia tenemos un testimonio parecido. Cuando la gente veía a mi cuñado: joven, guapo, inteligente, deportista y con buen porvenir; marcado por la enfermedad de esclerosis en placa, un año antes de su matrimonio, y los veían felices tanto a él como a su esposa, y transmitiendo una alegría de vivir tan grande, la gente no comprendía. Al verlos, curiosamente, esa compasión hacia ellos, a menudo llena de tristeza, se transformaba rápido en alegría y esperanza. ¿Cuál era el secreto de esa alegría? El amor. Como me lo decía mi cuñado: “Si yo no hubiera tenido el amor de tu hermana aunado a esas ganas de vivir que me inyectaba para luchar, luchar  juntos el día a día y minuto a minuto con ese sí tan lleno de amor, hubiera muerto hace muchos años.

Cuando las mujeres de Jerusalén lloraban y se lamentaban viendo a Jesús desgarrado, escupido, humillado, “no tenía apariencia ni presencia… como de taparse el rostro por no verlo” (ls 53,2-3), Jesús les dijo: “No lloren por mí. ¿Por qué? Porque “mi vida nadie me la quita; yo la doy voluntariamente” (Jn10, 18). Así, “habiendo amado a los suyos, los amo hasta el extremo” hasta pedir misericordia, incluso para quienes lo condenaban a muerte injustamente.

Estos ejemplos y tantos otros nos muestran que la verdadera vitalidad se encuentra en el AMOR vivido en la VERDAD, al servicio de los demás y en particular, al servicio de la JUSTICIA y de la PAZ verdaderas y perdurables. Esa es la vida en abundancia que Jesús, el Buen Pastor, que da su vida por sus ovejas, nos enseña y nos ofrece cuando dice: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10)

 

COPYRIGHT 2020 LUVAN MAGAZINE. ALL RIGHTS RESERVED.

Scroll To Top