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Tuya…

Tuya…

Tuya

POR Beta Julieta

@ betajulieta9 betajulietablog.wordpress.com/

Volvió a clavar sus ojos en él. Había unos cinco metros de distancia entre su escritorio y el suyo y, aunque habían pasado unos años desde que trabajaban juntos en una pequeña consultoría, aquel hombre le seguía resultando atractivo.

 

Demasiado. Alto, un tanto desgarbado pero de esos a los que un traje sienta como un guante. Tenía el pelo negro revuelto, la mandíbula marcada y una nariz recta, haciendo que su expresión resultara atractiva para cualquier mujer. Cuando sus ojos oscuros se clavaron en ella, sonrió con picardía. Él aguantó la respiración y soltó un bufido antes de centrar la vista en su ordenador.

Aquel juego de seducción la encantaba, pensó mirándole embobada, y solo apartó la vista de su hombre cuando oyó la alerta de un nuevo mensaje entrante.

 “Deja de provocarme”

Contuvo una carcajada. Lo había conseguido. Había captado su atención. Él tenía razón. Desde primera hora de la mañana no había hecho otra cosa que provocarle.

Escribió la respuesta.

“¿O qué?”

Pulsó enviar y esperó inquieta que él lo leyera. Y tuvo que apretar los labios cuando vio cómo se revolvía en su silla.

Un nuevo mensaje entró.

“Tendré que arrancarte a mordiscos esas medias de liga que llevas hoy”

Ahora la que se movió inquieta fue ella. Cruzó las piernas, excitada. Hoy llevaba una falda negra con una abertura lateral que descubría sus medias de liga negra cada vez que andaba. Lo había combinado con unos tacones negros de aguja y una blusa blanca. Un look sencillo pero apropiado para una ejecutiva de ventas.

Decidió jugar un poco más.

“¿Y si te digo que no llevo ropa interior?”

Esperó a que lo leyera, nerviosa y excitada. ¿Estaría él tan excitado como ella? No tuvo que esperar mucho para descubrir la respuesta. Él se removió en la silla, se pasó una mano por el pelo y se aflojó el nudo de la corbata. Escribió algo en su ordenador y se levantó. Sin ni siquiera mirarla.

¿Se habría…?

Un mensaje nuevo.

“Baño de mujeres de nuestra planta. Ahora”

Casi se tropieza al levantarse, pero logró mantener la compostura. Joder. Estaba nerviosa. Y cachonda. Muy cachonda. ¿Cómo era posible que ese hombre la excitara tanto? Caminó con decisión hacia el baño de mujeres y paró en 77eco al ver que había un cartel amarillo impidiendo el paso. ¿Obras? La curiosidad le pudo y entró.

Sonrió cuando el baño no estaba vacío.

—¿Has puesto tú el cartel?

Él sonrió eufórico.

—Necesitaba asegurarme que tendríamos diez minutos para nosotros.

—¿Solo diez? —se hizo la ofendida, acercándose a él.

—Solo diez. Pero te aseguro que disfrutaras cada uno de ellos —abrió la puerta del último cubículo—. Entra.

Ella hizo lo que le pidió sin rechistar. En cuanto la puerta se cerró, su hombre la empotró contra la pared.

—Llevas todo el día provocándome.

—¿Y eso es malo?

—No. Pero no aguanto más —devoró su boca con una ansiedad inaudita, dejándola sin aliento—. Y necesito hacerte mía.

No pudo replicar porque volvió a invadir su boca. Su lengua bailaba con la suya, mientras sentía su dura erección contra su vientre. Él comenzó a morderle el cuello, desabrochando su blusa blanca.

—Pensé que no llevabas ropa interior —gruñó excitado, bajando la copa del sujetador hasta descubrir uno de sus pechos. Lo apretó con una mano y comenzó a lamer en círculos su pezón rosado.

—Y no llevo… —susurró ella sintiendo escalofríos con cada lametón.

—Joder…

Él se agachó con rapidez y le subió la falda hasta sus caderas. Gimió de placer cuando vio que su sexo estaba desnudo.

Ella sonrió eufórica y tomó su cabeza. Gimió cuando él comenzó a lamer con avidez su sexo.

—Qué húmeda estas… —dijo levantándose. Se desabrochó el pantalón  y a ella se le hizo la boca agua cuando vio su miembro en todo su esplendor—. Necesito follarte ya.

—Hazlo.

Y no hizo falta más. Él entró en ella de un empellón, haciendo que la corriente ascendiera por todo su cuerpo. Estaba tan cachonda que no tardaría mucho en correrse, y por la manera en la que él temblaba con cada empujón, supo que le pasaría lo mismo. Los movimientos comenzaron a ser más rítmicos, más rápidos y más fuertes, haciendo que el sonido de sus cuerpos chocando contra pared retumbara por todo el baño. Pero les dio igual. Él se agarró a la puerta cuando se corrió en su interior y ella hizo lo mismo sujetándose de su cuello.

Habían tardado diez minutos.

—Podía habernos visto alguien —susurró ella recuperando el aliento, colocándose la ropa.

Él sonrió.

—¿No te ha dado morbo?

Se sonrojó.

—¿A ti no? —dijo ella como respuesta.

—A mí siempre me da morbo hacerte mía. En el sitio que sea.

—Ya soy tuya.

—Lo sé. Eres mi esposa desde hace tres años, pero siempre viene bien alguna locura como esta, ¿no crees?

 

 

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