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Impulsos sexuales

Impulsos sexuales

POR JUAN HERNANDEZ

El ser humano es un ser sexual por naturaleza; es una parte fundamental de nuestras vidas, influyendo en nuestro comportamiento, forma de pensar hasta la manera de relacionarnos con otros.

La sexualidad ha jugado un papel importante al momento de configurar nuestros cuerpos y la forma en que pensamos y sentimos en el mundo. Los seres humanos venimos de un desarrollo histórico que nos facilita el hecho de heredar por vía sexual características que permitan la supervivencia de la especie.

Sin embargo, tampoco podemos decir que la sexualidad puede resumirse en la parte hereditaria. Al mismo tiempo, aunque parezca una verdad de facto, no existe ningún ser humano que no sea sexuado. Junto con el tema del sexo, vamos aprendiendo sobre lo que significa el género, incluso desde antes de nacer.

El desarrollo psicosexual en la especie humana se va dando desde que somos niños hasta el último día de nuestra vida, esto ayuda a que nuestro deseo al igual que los impulsos sexuales y su significado se vayan configurando de acuerdo a nuestra edad, esto se da en un contexto donde la sociedad, nos va guiando sobre lo que podemos permitirnos hacer y lo que no.

Al ser infantes, una de las metas que se plantea es el descubrir nuestros propios cuerpos, recorrer todas las partes así como reconocer las diferencias a partir de lo que observamos en otros cuerpos. Esta acción nos ayuda a encontrar nuestro lugar en el mundo como seres sexuados además de reconocer que nuestro cuerpo puede generarnos distintos tipos de placeres: desde un biberón, hasta las cosquillas o el roce del pañal.

Ya al llegar a la adolescencia, además de conformar nuestra identidad y las relaciones sociales, comienza la evolución no solo del placer, sino del deseo. Este elemento es fundamental, puesto que si por un lado el cuerpo va transformándose de ser niño a ser adulto con la consiguiente posibilidad de concebir, del otro lado el placer va focalizándose cada vez más, aunque no exclusivamente, en las zonas pélvicas u otras erógenas, lo cual lleva a buscar formas de satisfacción que requieran el menor tiempo de espera, solas o acompañadas. Esto en muchas ocasiones se logra a pesar de dejar de lado nuestros procesos autorreflexivos, lo que conlleva que las decisiones que se toman en ese momento, no son necesariamente las mejores. Y este proceso también se afina en los adultos, puesto que el deseo va de la mano de asumir las consecuencias del mismo.

En ese sentido, nuestros cuerpos van poniendo la plataforma de despegue de nuestros placeres, pero no condicionan a los lugares que iremos.

Para leer más: Crooks, R. & Baur, K. (2010) Nuestra sexualidad. México: Cencage Learning.

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