LA CITA

Escrito por Fabiana Peralta en 01 Octubre 2019.
Aún no me creía que estaba en medio de una cita, casi a ciegas, luego de haber roto con mi novio de secundaria, tras plantarme en medio de los preparativos de boda.
Desde entonces, mi vida no tenía rumbo, y entre tanta idiotez que pasaba por mi cabeza, decidí escuchar a mi mejor amiga, y me creé una cuenta en Tinder. Ahora estaba en un bar, esperando a un completo desconocido, que bien podría ser un asesino en serie.
De pronto miré hacia la puerta, y casi me caigo del taburete cuando lo vi entrar; estaba vestido como pactamos, pero… ¡joder!, se veía diferente a como lucía en su foto de perfil. Era perfecto donde lo mirara, y muy ardiente, y por mi parte necesitaba desesperadamente quitarme el sabor del fracaso, así que bebí un sorbo de mi Martini y me quité el abrigo para que mi blusa color lavanda quedara a la vista y me reconociera. Experimentaba la anticipación de él acercándose, el corazón desbocado, estaba segura que en cualquier momento me daría un síncope.
—¿Violeta?
«¡Madre mía!» —su voz de barítono me dejó temblando. Me giré, y sus ojos verdes me hipnotizaron.
No nos quedamos mucho tiempo ahí, aunque la conversación era bastante interesante; sin embargo, ahora estábamos entrando en la habitación de un hotel. Nuestros labios se unieron, su lengua hurgó en mi boca profundamente, sus besos eran rudos y voraces, y sus manos ansiosas levantaron mi falda acariciándome la piel; todo se movía rápidamente. De camino al hotel maquiné que le diría que lo tomáramos con calma, explicarle que era mi primera vez en esto, pero ahora no quería que parase, me gustaba, me hacía sentir viva y deseada. Incluso me sentía afortunada, ya que él era un Adonis. Me cogió por el trasero aplastándome contra su cuerpo y su erección se clavó en mi vientre, no podía aguardar para verlo desnudo, necesitaba comprobar que realmente era tan vigoroso como lo sentía. Llevé mis manos para abrir su bragueta, y luego lo acaricié por encima del boxer arrebatándole un quejido agónico, él parecía tan entregado y ansioso como yo, pero a la vez me sentía en calma, como si todo lo que estuviéramos haciendo fuera lo correcto.
—Eres hermosa, eres muy hermosa. —Confirmó, mordiéndome el labio.
Quería preguntarle si lo creía realmente, pero no lo hice, decir palabras agradables supongo que era educado en una noche sin compromiso. Seguimos avanzando hasta despojarnos de toda la ropa; él era perfecto, estoy segura de que Miguel Ángel lo hubiera hecho escultura. Cerré los ojos y me dejé llevar, sintiéndome libre. Me tumbó en la cama y recordé los condones.
—Espera. —no estaba dispuesta a pasar por alto el usar protección, mi locura no era tanta como para no cuidarme. Así que busqué en mi bolso y le entregué una tira de preservativos.
—Chica precavida, —se rio de lado y quise morderle la boca. Luego abrió su mano, y me enseñó que tenía un envoltorio plateado en su palma.
—Chico precavido, también. —le quité el condón, lo abrí con mi boca y lo hice rodar por su longitud. Me lamí los labios, pero, aunque quería probarlo, estaba ansiosa por sentirlo dentro de mí. Luego de más besos, se acomodó entre mis piernas y tocó con sus dedos mi humedad.
—Estás muy lista.
—Por favor. —Me encontré rogándole, las palabras salieron de mi boca sin pensarlas.
Lentamente empezó a penetrarme. Me sentía expandida, estaba siendo cuidadoso ya que su tamaño era grande, y esa era una forma de hacerme saber que lo sabía. Luego de que me acostumbrara a él, empezó a moverse, rudo, me puso en varias posiciones haciéndome estallar varias veces antes de que él cogiera el último vuelo conmigo, y luego nos desplomamos en la cama. El silencio, invadió el momento. Sin saber cómo actuar, me senté en la cama para luego ponerme en pie.
—¿Qué haces?
—Me voy. Lo pasé muy bien.
—No tienes que irte tan pronto.
No le contesté y continué con lo mío. Asintió, y de inmediato se fue hacia el baño. De pronto nos convertimos en hielo, y en los extraños que éramos. Me vestí con apremio, y lamenté que todo terminara tan rápido, pero así era mucho mejor.
—Oye, ¿cuál es tu nombre? Sé que no te llamas Violeta, ese es sólo tu nick en Tinder. —señaló antes de que me fuera, asomado tras la puerta.
—¿Para qué quieres saber mi nombre?
—Curiosidad.
—Faith… —contesté tras pensarlo unos instantes.
Luego de revelarle mi verdadero nombre, cerré la puerta dispuesta a dejar la aventura atrás.
Por: Fabiana Peralta.
Instagram: @author_fabi_anaperalta
Facebook: Fabiana Peralta
www.fabianaperalta.com