Envidiosas
Por: Nadia Ocampo Psicoterapeuta relacional
Somos envidios@s cuando sentimos una combinación de tristeza, añoranza y enojo por no poseer algo que deseamos y que vemos que otro tiene. Provocando una sensación de malestar.
Este sentimiento es natural en el ser humano como lo apuntaba Lacan en su célebre frase: “El deseo es el deseo del otro”; deseamos lo que el otro tiene, sea o no lo que necesitamos. La envidia, además, es fuertemente impulsada por la cultura, donde competimos con los otros y no con nuestros propios logros. El efecto negativo que tiene el ser envidioso radica justo en eso, impide nuestra capacidad de valorar y disfrutar de los logros propios al estar mirando hacia afuera.
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Coloquialmente podemos equiparar envidia con los celos al referirnos a una relación interpersonal, pero técnicamente no son lo mismo. La envidia está ligada a los acontecimientos u objetos que posee otra persona.
Una persona envidiosa siente el impulso de quitarle o dañar lo que el otro tiene, generándole emociones displacenteras, lo podemos ver en los pequeños en edad preescolar, al arrebatarle el juguete o el dulce al compañero, por el hecho de que el otro tiene y él no. En este ejemplo no existe el deseo de mejorar mi posición, sino que deseo que el otro no tenga lo que me provoca envidia, deseo que lo pierda o que le vaya mal. Este tipo de envidia con frecuencia se niega ante uno mismo y ante los otros.
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Desde la época griega se habla del daño que hace la envidia y que ha llevado hasta la superstición. El envidiado puede sufrir de “mal de ojo” al ser receptor de esos sentimientos negativos. A la par se han desarrollado estrategias para evitar ser objeto de envidia y que me hagan “mal de ojo” como el uso de amuletos.
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Por otro lado, la “envidia de la buena”, es una expresión que usamos para reconocer nuestro agrado por el logro o posesión de la otra persona, sin que nos ocasione sentimientos de frustración o tristeza. Es similar a reconocer que me agradaría que me sucediera lo que el otro está viviendo, por ejemplo: “Mi amiga acaba de viajar por el mundo y la pasó genial, me da envidia, espero algún día poder hacerlo”.
La “envidia de la buena” podría ser también un mecanismo de motivación que nos impulse a lograr nuestros objetivos, al permitirnos comparar lo que tenemos con lo que nos gustaría obtener.
Para que la envidia sea generativa y no destructiva, debemos aprender a identificar nuestras emociones, necesidades y deseos, tarea nada fácil, pero no imposible. Es uno de los aprendizajes que se puede obtener asistiendo a psicoterapia.
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